A&E Investiga estrena el próximo lunes 23 de marzo a las 21 Viviendo en pecado: al interior de un reformatorio, un impactante especial de una hora que revela crudos testimonios de ex alumnas de la escuela religiosa de Indiana Hephzibah House, y comparten sus desgarradores testimonios de abusos, físicos y emocionales.
Mary, Susan y Sarah, son tres ex residentes que formaron parte del Hephzibah House durante distintas épocas, que presentan algunos de los testimonios más resonantes en contra de este reformatorio religioso que, gracias a las leyes de Indiana, actualmente no está regulado por el Estado como una institución educativa. En este especial de A&E Investiga, estas tres ex estudiantes se embarcan en una misión de superar su trauma y confrontar los abusos que sufrieron y para alertar que este colegio aún sigue abierto luego de haber sufrido lo que ellas aseguran que fue abuso físico y mental.
El especial, además de entrevistas a las víctimas que denuncian al reformatorio de Indiana y distintas autoridades del Estado, incluye material de archivo y el testimonio del asistente del director de la institución, Dave Haylman, así como de otra ex alumna que repudia las declaraciones y acusaciones realizadas por Mary, Susan y Sarah.
En 1971, el pastor Ron Williams fundó el Hephzibah House, promocionándolo como un reformatorio para niñas adolescentes con problemas y dificultades y cuyo nombre Hephzibah, alude a “El Señor se deleita en ella”. A comienzos de los años ‘80, el instituto fue acusado por situaciones de abuso mental y físico por parte de sus autoridades e integrantes, pero, a pesar de una gran cantidad de investigaciones, son cientos de escuelas alrededor de Norteamérica las que operan con poca o sin regulación alguna, por lo que las autoridades no pudieron actuar.
En 1982, luego de las denuncias, desde el Hephzibah House emitieron un comunicado asegurando que las acusaciones eran “perversas y calumnias” y que “no se hizo nada malo”. En el 2011, desde el reformatorio volvieron a defenderse refutando las denuncias y declarándolas “difamaciones y acusaciones sensacionales con el fin de destruir la institución”. Sin embargo, pese a las diferentes acusaciones y nuevamente debido a las exenciones religiosas por las leyes estatales, los organismos regulatorios y la policía no tuvieron la habilidad para intervenir.
“Estuve desde febrero de 1981 hasta julio de 1983” en el reformatorio, cuenta Susan, una de las denunciantes. “Mis padres me pidieron que fuera a Hepzhibah House y yo accedí porque necesitaba ayuda, había problemas en mi familia, y yo en verdad estaba buscando una solución bíblica y cristiana. No esperaba que fuera como fue. Éramos 27 chicas en tres habitaciones con un solo baño. Estábamos una muy cerca de la otra, apretadas. Si te negabas a comer la comida que había, no te daban nada. Hasta que no lo comieras, te lo seguían dando. Para ‘castigarnos’ utilizaban una paleta de madera con el que nos golpeaban con toda su fuerza”, detalla.
“Nos obligaban a quedarnos horas en el sótano. No podíamos salir a dar vueltas por ahí y todas las puertas estaban cerradas con llave. Había sensores de movimiento en las ventanas, en el suelo, micrófonos por todas partes. Todo lo que hacíamos estaba monitoreado. Además, teníamos una ficha médica con un ítem que decía ‘himen intacto’ y muchas ex estudiantes declararon que tuvieron exámenes vaginales invasivos y en contra de su voluntad dentro de uno de los vestidores de la escuela”, denuncia Mary, quien estuvo en Hepzhibah House entre el 2007 y el 2009. “Había un miembro de la familia que me acosaba. Nunca abusó de mí, pero siempre me hacía preguntas sobre mi sexualidad. Yo confesé que este hombre era perverso y que me hacía estas cosas. Pero nadie me escuchó. Así que terminé escapándome”.
Finalmente Sarah (2004-2008), quien fue compañera de Mary, describe:
“Fui adoptada a los cinco años y medio y mis padres estaban en sus cincuentas cuando me adoptaron. A mis 12 años ellos estaban algo grandes, creo, para lidiar con mi adolescencia. Después de diferentes problemas, tuve la opción de ir a un colegio pupilo. Realmente no teníamos idea de cómo sería la escuela, pero en ese momento yo entré con una gran esperanza porque había otras chicas, de mi edad, con quienes podría hablar”. Y descarga: “Durante la primera semana no se me permitió hablar con nadie, estar con nadie, ni compartir nada con nadie. Eso pasó durante tres años y medio. A veces nos hacían tomar un vaso de agua lleno, pero no nos dejaban ir al baño hasta que ellos dijeran que podíamos ir. La mayoría de las chicas trataban de aguantarse”.
Sin embargo, desde la escuela, y otra ex alumna, comparten su experiencia repudiando las declaraciones de Mary, Susan y Sarah, aclarando que todo lo que sucedía en el Hephzibah House formaba parte de la estricta estructura y disciplina común en escuelas similares para adolescentes con problemas.
El asistente del director del Hepzhibah House, Dave Halyaman, quien luego de varios intentos con la institución accedió a una entrevista fuera de cámara, discute muchas de las acusaciones hechas por las mujeres que aparecen en este especial, justificando las experiencias que ellas vivieron como parte de la disciplina y educación del reformatorio.
“Teníamos chicas que hacían pis directamente sobre el piso, pero si lo hacían apropósito o era por incontinencia entonces se les requería que usaran pañales. Ellas no sentían vergüenza alguna”.
Además, Lucinda, una estudiante del colegio durante los años ‘80 que fue recomendada por el Hephzibah House para una entrevista, también disiente con muchas de las declaraciones que realizan estas mujeres.
“Yo creo que ellas fueron traumatizadas, sin dudas. Yo fui abandonada a los tres años, violada a la edad de cinco y golpeada tan severamente que me dejaron los huesos rotos. En Hephzibah House no tuve que preocuparme por si iba irme a dormir con hambre, o si iba a ser golpeada. Allí creían en las chicas jóvenes, en el bien y el mal”. Y refuta las declaraciones de las mujeres argumentando que “nos daban la opción de esperar al recreo para ir al baño o, si no podíamos contenernos y hacíamos nuestras necesidades ahí en el piso, nos ofrecían pañales. Pero nos daban esa opción. Sí, es cierto que se usaba la paleta de madera, porque no podían usar su mano porque eso era considerado algo sexual”.
Hoy, Susan, Mary y Sarah se unen para embarcarse en una misión de juntas lograr superar los traumas que sufrieron durante su adolescencia, buscando justicia para ellas y para las otras chicas que vivieron y viven sus mismos abusos. “Ron Williams es un monstruo. Está muy orgulloso de lo carismático que es y es un gran vendedor. Lo que más me importa que la gente sepa sobre este lugar es que hay chicas jóvenes, chicas, que están siendo dañadas, que sufren métodos psicológicos que se usan sobre ellas, daños físicos sobre ellos”, concluye Susan.
18.03.2020
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